Personaje
histórico lekeitiano del siglo XV, fue marino, militar, armador y comerciante.
Iñigo
de Artieta nació en una poderosa familia de mercaderes de la villa de Lekeitio,
también conocida como Arteyta. Era hijo de Nicolás Ibáñez de Atieta. Estuvo
casado con Marina de Arriaga y tuvo al menos un hijo llamado Juan Nicolás de
Artieta. Fueron sus hermanos Juan Nicolás de Artieta, alcalde de Lekeitio,
Francisco de Artieta, preboste de la villa de Tabita de Durango, y María de
Meceta, esposa de Juan Pérez de Landa, propietarios de una torre en el barrio
de Uriarte, actualmente palacio de Uriarte en la calle Santo Domingo.
Era
propietario de una torre sita en el interior de la villa, en la zona denominada
Elexatea o Plaza Vieja, que se encontraba frente a la portada principal de la
iglesia de Santa María.
Su
padre, Nicolás Ibáñez de Artieta, fue también marino, armador y comerciante.
Fundó la Capilla Vieja
del convento de Santo Domingo de Lekeitio y estuvo presente con sus barcos en
las diferentes Armadas que mandaron formar los Reyes Católicos contra sus
enemigos.
En
1476 se preparó una flota militar, capitaneada por Charles de Valera, para
luchar contra los barcos portugueses que traían oro y esclavos de sus
posesiones de Guinea. Para ello se fletaron 12 embarcaciones (3 naves vizcaínas
y 9 carabelas andaluzas), una carabela vizcaína era propiedad de Iñigo de
Artieta e iba comandada por Antón Martínez Nieto y fletada por 80.000
maravedís. Estos enfrentamientos entre Castilla y Portugal se producían por
varias causas, una de ellas era la crisis de sucesión al trono de Castilla, y
otra la pugna que mantenían ambas partes por el comercio de Guinea, por la
monopolización que de la ruta africana pretendía Portugal. La actuación de ésta
flota contra los intereses de Portugal en África fue decisiva a la hora de
firmar el tratado de Alcáçovas en 1479, por el cual se ponía fin a la guerra
por la sucesión al trono de Castilla.
En
1477 participó como armador con su carabela Santa María Magdalena en una nueva
flota militar con destino a Guinea para la guerra contra Portugal, la nave fue
fletada por el doctor Rodríguez Lilo, del Consejo de su Majestad, cumpliendo
órdenes del militar Alonso Fernández de Lugo. El patrón de la carabela de
Artieta fue Antón Martínez Nieto. Artieta acusó al doctor Lilo de no haberle
pagado el viaje de regreso de la expedición, el impago ascendía a 260.000
maravedís. Iñigo a su vez fue denunciado de impago de salarios por el patrón
Martín Nieto, terminando en la cárcel, donde Artieta hubo de renunciar bajo
presiones a las cantidades que le correspondían. Tras salir de prisión reclamó
ante escribano, pero Fernández de Lugo consiguió que éste no le notificase y
Artieta no recuperó el dinero que se le debía.
Entre
los años 1477 y 1498 sus barcos actuaron en el Mediterráneo, uniendo
comercialmente la península Ibérica con las islas Baleares y éstas con la
península Itálica (Génova, Pisa, Nápoles, Venecia, Gaeta…) y Sicilia. Entre los
artículos que transportaban se encontraban comestibles como sardina, atún,
trigo y sal. Uno de los barcos con los que comerció en el Mediterráneo se
llamaba María Grasa. Artieta vendió ésta embarcación en Génova y en 1484 construyó
en Lekeitio otra más grande. Durante estos viajes por el Mediterráneo se dedicó
también al corso e hizo varios apresamientos de naves. También compraba tanto
telas como otros artículos por encargo de la iglesia de Santa María de
Lekeitio.
En
esta época Génova era enemiga de la
Corona castellana, pero ni siquiera entonces dejaban los
vizcaínos de comerciar con los genoveses. En una ocasión, en 1482, Iñigo de
Artieta cargaba su nao en el puerto de Palermo con paños de comerciantes
genoveses, cuando tuvo que enfrentarse a Luís de Pexo (Luís Pejón) que trataba
de impedir la transacción por comerciar con enemigos de la Corona castellana. En la
pelea Artieta se apoderó del barco de Pexo, pero fue juzgado por ello y
condenado a pagar 1.000 ducados a Luís de Pexo. Los armadores de barcos
lekeitianos pagaban el 1% de sus beneficios a la fábrica de Santa Mª de
Lekeitio. Iñigo de Artieta declaró 500 ducados de beneficio por el citado
apresamiento de la nave de Luís de Pexo, por lo que ingresó 5 ducados a la
fábrica de Santa María.
El
20 de septiembre de 1487 se presentó el Teniente de Preboste de la villa de
Lekeitio en la torre de Iñigo de Artieta con una carta de los Reyes Católicos
en la que se le acusaba de haber asaltado y robado, cuatro meses antes, todas
las mercancías de un barco propiedad del rey de Nápoles que se encontraba en el
puerto de Otranto (Reino de Nápoles), ascendiendo todo lo robado a sesenta mil
ducados de oro. Su representante legal, Domingo de Amezqueta, le defendió
aduciendo que el apresamiento se había producido en la costa de Tarento (Reino
de Nápoles) y no en Otranto, y que el barco era propiedad de Cide Amed, moro
alejandrino con ropa de moros tunecinos, y no carraca del rey de Nápoles.
Aducía también en su defensa que la toma fue hecha por Iñigo de Artieta el día
doce de febrero de 1486 y no en la fecha que se le imputaba. En la mencionada
carta se ordenaba que Iñigo de Artieta fuese detenido y que todos sus bienes
fuesen embargados. Iñigo de Artieta no pudo ser hallado pero, entrando en su torre
el Teniente de Preboste y el Alcalde con los deás miembros del Concejo,
hicieron inventario de todos los bines que hallaron en la dicha torre. Fueron
tambien inventariados la nao Santa María que se encontraba fondeada en Luzaar
(fondeadero situado en el término de la villa), así como todos los pertrechos
de la dicha nao que se encontraban unos en el campo del astillero, otros en el
Arenal y los demás en Arranegi. Todos estos bienes fueron puestos bajo embargo
en manos de los hombres buenos del Concejo de la villa de Lekeitio. Este caso
se puede englobar entre otros tantos de corso y piratería que sucedían en la
época que tratamos.
Por
este apresamiento, Iñigo de Artieta, declaró 5.300 ducados de beneficio, por lo
que ingresó 53 ducados a la fábrica de Santa María.
La
piratería era una lacra para el comercio marítimo de la época. En la Edad Media se
denominaba corso a la campaña que hacían por mar los buques mercantes con
permiso expedido por el rey (patente de corso) para perseguir, visitar y
capturar buques de países con los que el rey se encontraba en guerra. El corso
nació como guerra privada sobre los mares para la defensa de las naves de
comercio de las acometidas de los piratas. Pero muchos de los navegantes que
tenían patente de corso aprovechaban la menor ocasión para ejercer la
piratería. Cuando un conflicto bélico finalizaba y se firmaban los tratados de
paz, quedaban perdonadas todas las acciones de corso y piratería realizadas en
el curso del mismo y, en consecuencia, no podían ser reclamadas ante la
justicia.
En
1491 se concedió a Iñigo de Artieta un permiso para la construcción de una
carraca, para lo cual sus majestades despacharon una carta por la que se
instaba al Corregidor para que no se le cobrase ningún impuesto ni sufriese
ningún daño por la construcción de la mencionada carraca que se estaba
realizando en Laida. Los Reyes Católicos daban estas facilidades a los
armadores para incentivar la construcción de barcos que, cuando fuese necesario
formar una armada, pondrían los armadores a su disposición.
En
septiembre de 1492 se encontraba terminada la construcción de una nao que Iñigo
de Artieta había hecho en Génova por mandato de los reyes Católicos, pero estos
recelaban de la reacción de sus enemigos genoveses para con la mencionada nao,
por lo que la Cancillería
de la Corona
expidió una orden para que los genoveses que residían en el reino de Castilla
escribiesen a Génova pidiendo que la mencionada nao de Iñigo de Artieta no
fuese secuestrada ni recibiese ningún daño. En la misma orden se les avisaba de
que, si la nao recibía algún daño, los genoveses residentes en el reino de
Castilla lo pagarían con sus bienes.
Los
reyes, desde años atrás, venían otorgando privilegios a los armadores que
construyeran naves cada vez más grandes, así en 1436, premiaban los barcos de
más de 600 toneles de capacidad. En 10 de noviembre de 1495 dieron los reyes
una nueva provisión por la que ordenaban que, para fomentar la construcción de
grandes navíos se abonasen 100 maravedís de gratificación anual por tonelada a
los armadores de los que pasasen de 600 toneladas. Otra real provisión de
Isabel la Católica
del 15 de octubre de 1502 mandaba al corregidor de Vizcaya promover la
construcción de barcos de guerra de gran tamaño. En esta línea de promoción de
grandes barcos hay un documento que atestigua esta ayuda de los Reyes a Iñigo
de Artieta, dada en 1 de julio de 1503, por la nave de 900 toneles que
construía en Lekeitio.
Sin
embargo la picaresca vasca fomentaba la construcción de barcos de mayor
tonelaje cada vez, con la perspectiva de venderlos rápidamente y encargar la
construcción de otros. Por esto en tiempos de Isabel la Católica se prohibió a
vizcaínos y guipuzcoanos revender rápidamente las naves construidas en
astilleros vascos.
Colon,
a su vuelta del descubrimiento del nuevo continente, arribo en primer lugar a
tierras portuguesas dando a conocer su descubrimiento al rey Juan II de
Portugal, el cual dio orden de preparar una armada para dirigirse a los
territorios descubiertos. Ante una posible acción hostil del monarca portugués,
los Reyes Católicos, en septiembre de 1492 comenzaron la organización de la
denominada Armada de Vizcaya, pensada en principio para refuerzo y defensa de
la flota que partiría con Colon en su segundo viaje al nuevo continente.
Los
agentes reales encargados de organizar la formación de la citada armada fueron
el contador mayor de cuentas Alfonso de Quintanilla y el miembro del Consejo
Real, doctor Andrés de Villalón. Iñigo de Artieta participó activamente en la
organización de esta armada, de la cual fue nombrado Capitán General. El
encargado de reunir las embarcaciones que la formarían fue el capitán bilbaíno
Juan de Arbolancha. Esta armada se concibió desde el primer momento como una
fuerza de choque, capaz de ser usada exclusivamente como máquina militar, se
mandó formar con navíos de guerra a las órdenes de un Capitán General, que era
un militar. La misión principal de la armada era proteger la navegación
castellana, tanto en el Estrecho como en las costas atlánticas, así como para
frenar a los navíos portugueses en la pugna que por el control de la ruta al
nuevo continente descubierto mantenían las coronas castellana y portuguesa. La
partida de la armada hacia Andalucía se produjo en julio de 1493, desde Bermeo
y Portugalete. La flota estaba compuesta por una carraca propiedad de Iñigo de
Artieta, una nao mayor, dos naos medianas y una nao menor. A ellas hay que
sumar una pequeña carabela, proporcionada por Iñigo de Artieta, para ayuda de
la carraca. La carraca estaba mandada por Iñigo de Artieta, fue tasada en 1.000
toneles y contaba con una tripulación de 350 hombres, de los cuales 100
marineros y 250 hombres de armas, así como de más de 100 piezas de artillería.
Eduardo
Aznar Vallejo, en su obra Marinos vascos en la guerra naval de Andalucía
durante el siglo XV, escribe que Iñigo de Artieta llevaba embarcado a su hijo
en esta armada.
La
nao menor era propiedad de Nicolás Ibáñez de Artieta, seguramente pariente de
Iñigo, pero no se ha podido saber en que grado.
La
armada de Vizcaya protagonizó varias persecuciones de naves portuguesas en el
Estrecho mientras los Reyes de Castilla y Portugal continuaban las
negociaciones encaminadas a repartirse el océano y a delimitar las fronteras
africanas.
El
25 de septiembre de 1493 partió Colón para América por segunda vez. Las
negociaciones con Portugal debían ir por buen camino y los Reyes Católicos
decidieron no mandar la armada de Vizcaya en apoyo del segundo viaje de Colon a
América. El 3 de octubre la armada partió de Adra (Almería), para transportar
al rey Boabdil y sus súbditos a África, y el 23 de febrero de 1494 Iñigo de
Artieta se encontraba ya de regreso en Cádiz. En total se transportaron 6.320
personas.
Por
una Carta Real de 29 de diciembre de 1493 los reyes dispusieron que el capitán
general de la Armada
de Vizcaya, Iñigo de Artieta, organizase el transporte del ejercito
expedicionario para la conquista de Tenerife. El mencionado ejército debía
estar en Tenerife antes de mediados del mes de marzo de 1494. Pero Artieta, al
que Alfonso Fernandez de Lugo adeudaba todabía cantidades importantes por su
participación como armador en la flota que en 1477 hizo la guerra a Portugal en
Guinea, fue exponiendo una serie de excusas, hasta que finalmente, Lugo tuvo
que fletar naves de particulares para transportar las tropas mercenarias,
animales y pertrechos de guerra.
En
junio de 1494 la armada se encontraba en el Estrecho, donde aprovechaba el paso
de embarcaciones para asaltarlas. Este hecho motivó la intervención de la
corona, que ordenó a las tripulaciones permanecer en Cádiz y respetar a los
navíos portugueses.
Tras
la firma de la paz con Portugal mediante el tratado de Tordesillas el 7 de
junio de 1494, se acordó licenciar la
Armada de Vizcaya y satisfacer su paga, por no ser ya
necesarios sus servicios. Sin embargo los ataques turcos a Sicilia y Nápoles
desaconsejaron tal medida y se le volvió a contratar desde el 20 de agosto
hasta marzo del siguiente año para formar parte de la Armada de Sicilia. En esta
expedición, Iñigo de Artieta, iba también al mando de la Armada de Vizcaya, la cual
fue acrecentada en 7 carabelas y debía estar en Sicilia en septiembre de 1494
para unirse a las 20 naves que allí se preparaban.
Llegada
la Armada de
Vizcaya a Sicilia se puso a las órdenes de Garcerán de Requesens, Capitán
General de la Armada
de Sicilia, creada para la defensa de Sicilia y Nápoles del ataque turco, y con
la cual participó en el bloqueo de Gaeta consiguiendo que sus enemigos no
pudiesen recibir alimentos por mar. Navegaba en esta ocasión Iñigo en compañía
de su hermano Francisco de Artieta, preboste de la villa de Tabita de Durango.
Iñigo
de Artieta era poseedor de una merced real para cuatro lanzas mareantes. La
concesión de una merced tenía por objeto que el que disfrutaba de ella realizase
cierto trabajo provechoso para los reyes (para el Estado). Por tanto, la
concesión de una merced tenía en el Señorío de Vizcaya el exclusivo fin de que
el beneficiario de ella sirviese al Estado con un armamento en proporción a la
cuantía de la concesión. El beneficiario de una merced pagaba con ella un
número prefijado de lanzas o ballesteros que eran quienes se encargaban de
combatir por él cuando el rey convocaba a las armas. En Bizkaia casi todas las
lanzas y ballesteros que se concedían eran mareantes, y su obligación era
servir por mar exclusivamente.
El
mismo Iñigo de Artieta, en 1503, contrató con las religiosas Dominicas de
Lekeitio, ante el escribano Juan Ortiz de Jáuregui, la cesión de 8.600
maravedís de juro que recibía anualmente de los reyes Católicos. De estos
maravedís destinó 6.000 para una capellanía que diariamente celebrase una misa
diaria por su alma, y los otros 2.600 para que la comunidad religiosa
construyese una capilla, en la cual él y sus sucesores fueran sepultados. A su
muerte, ocurrida entre 1510 y 1512, fue enterrado en la mencionada capilla.
Iñaki Madariaga Valle